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Hoy las palabras me acarician pensando sobre qué sería bueno escribir ahora que se acerca el fin de año para quienes vivimos bajo la mano invisible de Occidente. Sentí hasta cierto punto una obligación de hacerlo y no porque crea que lo que diga sea de importancia sino tan sólo por la fuerza y magia que evocan las palabras una vez escritas. Creo que vale la pena hablar sobre cómo estas festividades se convierte en una suma de simbolismos que se van perdiendo con el pasar de los días y terminan siendo meros pretextos para hacer lo mismo de cada año. Entonces recuerdo a Walter Benjamin y su concepto de experiencia, y decidí mejor hablar de él, de ese bello texto que nombró Experiencia y Pobreza escrito en 1933. El gran filósofo judío nos explica que la experiencia no es como un acontecimiento puntual “aquí y ahora”, sino más bien como un camino de momentos unificados.
Es el sentido que se le da a cada acción y momento que nos da dicha unidad. Bastará citar un ejemplo:
En una ciudad, no basta ver las calles y avenidas, edificios y monumentos como meros puntos en un mapa. El espacio es el lugar del recuerdo, en donde se da la posibilidad del encuentro entre pasado y presente. Es el lugar de la evocación y también el lugar de la comunicación.

Por eso son tan importantes los nombres de los lugares ya que indican la comprensión de un concepto. Estar en un sitio no significa el mero conocimiento de él sino la experiencia que te genera el haber estado ahí, no el sólo estar sino el habitar y lo que trasmitirás de tu vivencia en él.
Bien decía el filósofo, la pobreza ha acontecido en el momento de que nos hemos vuelto incapaces de expresar una experiencia, pues ésta se da en la narración, se revela de modo intersubjetivo. La facultad del intercambio es la que nos está abandonando dejándonos en la indigencia absoluta de experiencia. Ya casi no hay experiencia in situ, todo es a través de las redes, ahora recuerdo mi experiencia frente al gran David de Miguel Ángel, recuerdo que no pude más que soltarme a escribir letras y letras después de haberlo contemplado como una hora y media, pues no había más que hacer ante tal poema hecho en mármol que me arrebató toda emoción y sensación, sin embargo me percaté al salir de mi trance estético que la mayoría de las personas tan sólo se preocupaban por tener una foto ahí para subir a su Facebook yo ni siquiera pensé en ello. ¿Es acaso esto un nuevo tipo de experiencia o mas bien la prueba fehaciente de nuestra pobreza? Así con cada evento o acontecimiento. De ahí que quizá seamos tan ajenos a lo que pasa en nuestro entorno, que seamos capaces como especie de estar grabando el maltrato a otro ser, porque no lo estamos viendo desde la experiencia ni siquiera lo hablamos sólo lo trasmitimos a través de la pantalla, como decía Baudrillard mera telepresencia que nos hace ajenos al mundo circundante.
Últimamente he dialogado con algunas personas a quien no había visto hace mucho tiempo o incluso ni los he visto pero que a través de las redes nos comunicamos después de mucho tiempo y me ha sido tan claro el discurso de estos seres. Un discurso excelente, muy elaborado, tan permeado de ese contexto cultural que les ha otorgado un sentido pero no significación, aquello que Benjamin nombraría como Constelaciones de significado (1933) esos trazos imaginarios entre estrellas en donde cabe la ambigüedad y por lo tanto de la experiencia misma, es decir, no hay una forma única de describir un fenómeno, sin embargo esto parece escandalizar a algunas mentes que se niegan a ver más posibilidades en su haber y no transmiten, se abocan a la repetición de meros clichés y deberes sociales.
Lo que es importante es que los rasgos culturales, que siempre son transmitidos, son quienes nos permiten elaborar estas constelaciones. La forma de nombrar las cosas no será fortuita, sino que estará íntimamente ligada con la forma en que entendamos el fenómeno. Aquí la cuestión es cómo estamos entendiendo el fenómeno para poder nombrarlo y apropiarnos de él.
El vacío se encuentra en que no lo nombran, sólo lo asumen no teniendo por ende, una experiencia. La experiencia, dice Benjamin, solamente es trasmitida por la cultura y la educación pero si ésta es de lo más cerrada y te impone una especie de expectativas y un sistema de creencias que a su vez te hace aterrorizarte ante todo aquello que se salga del guión, pues entonces eres tan pobre como lo describe el pensador de la escuela de Frankfurt. Puesto que la pobreza no la entiende como la carencia de bienes sino como la imposibilidad de reconocerse en el espacio
Han creado espacios en los que es muy difícil dejar huellas (1933).
Vivir en ese sentido se ha convertido en un juego social de indiferencias, de banalidades compartidas y competidas en donde el ser se diluye entre cada recoveco de ambición y egoísmo. Un temor exacerbado por la soledad concibiéndola de manera tan errónea pero con una mera ilusión de que tienen un hogar cuando no han sido capaces de generárselo por sí mismos, la morada está en nosotros mismos. Nos hemos condenado a una vida sin sentido por dejarnos permear por una estructura social y mental que nos ha hecho esperar todas la respuestas desde el exterior, todas la razones para vivir en lo externo. Vaya humanidad tan lejana de sí misma la que hemos formado y conformando. Este fin de año propongo que nos olvidemos de propósitos vanos como hacer ejercicio, ponerse a dieta, terminar cierto estudio, etc. y mejor hagamos de nuestra existencia una suma de grandes experiencias desde la concepción de Walter Benjamin.

Hoy te invito a que reflexiones y si te das cuenta que de ti surge el “debo” te doy mi más sentido pésame por tu propia muerte en vida, pero si lo cambias ese debo por “elijo” entonces siéntete como si fuera tu primer día en forma humana y libre. Lo que veas, sientas, ames o pierdas; será completamente nuevo. Ni se te ocurra escribir poemas y menos de amor, rechaza toda forma habitual y corriente, se humilde y ve por tus propios motivos, esos que te ofrece tu propia existencia. Nunca olvides que la vida son amores y tristezas y junto con el tejido que conforman tus pensamientos fugaces (por lo regular los más geniales) y tu fe en algún tipo de belleza, harán de ti un ser humano de verdad. Cuando estés a solas, procura describirte a ti misma o mismo con una íntima, callada y humilde sinceridad y date cuenta si en verdad eres lo que quieres llegar a ser. Si tu vida cotidiana te parece pobre, no es culpa de la vida sino tuya, pues para ser creador se requiere convocar a la riqueza la cual sólo deviene de la verdadera experiencia, tú decides si quieres seguir siendo autómata y pobre. Yo siempre recomiendo a quien me visita en mis sesiones, que pase una buena temporada en los libros, que aprenda de ellos lo que considere digno de ser aprendido, que sea selectivo para ello. Pero ante todo, que los ame. El amor por los libros será recompensado miles y miles de veces, sea cual sea el rumbo de tu vida, cruzará siempre, la incertidumbre de tu existencia como uno de los más importantes hilos de tus experiencias. Y ahora, mejor comienza el año de un modo completamente diferente y aprende a estar contigo mismo y no busques de modo narcisista la aceptación de los demás ni el reconocimiento de los otros, eso no es auténtico ni te hace serlo.